Recogí el testigo de muchas mujeres valientes
La enfermera vallisoletana Machús Otero comparte las experiencias y los retos que afrontan en África del Este, cuando se cumplen 63 años de la llegada de las primeras mujeres de la Obra a Nairobi.
Se le nota en la forma de hablar, se le ha suavizado la cadencia y se nota que a veces traduce del inglés, ha perdido el acento castellano… Esta enfermera pucelana tiene corazón africano.
Fue en el 87 cuando pisó por primera vez Kenia: “Fui siendo muy joven y recogí el testigo de muchas mujeres valientes que trabajaron desde el primer momento por llevar el mensaje del Opus Dei a África”. Destaca de sus nuevos compatriotas que “tienen la mirada limpia y abierta: eso te llena la vida y así no te cuesta darte”. A cambio, como ella misma confiesa, “allí he podido aprender casi todo lo que sé”.
Mujeres fuertes y decididas en un país desconocido
Fue en 1960 cuando un grupo de mujeres de distintos países asumieron el encargo de impulsar la llamada universal a la santidad en África. Americanas, irlandesas, portuguesas y españolas a las que san Josemaría encomendó la tarea de hacer de aquella sociedad, que se encontraba a las puertas de la independencia, un lugar más cristiano. Allí, gracias a su tesón, la educación se iba a convertir en la herramienta de progreso y cambio para miles de familias.
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En este sentido, la búsqueda de la santificación a través del trabajo ordinario marcó desde los comienzos las iniciativas que se pusieron en marcha. Según relata Machús, “las primeras de la Obra tenían claro que su misión era ayudar al país y que debían hacerlo de manera interracial pero no tenían claro cómo. Eran mujeres fuertes y decididas, si no sabían lo que iban a enseñar, primero lo aprendían y estudiaban ellas y luego lo trasladaban a los demás. Compartimos con los kenianos un nuevo comienzo para su país”.
“Las iniciativas como Kianda College nacieron al tiempo que crecía la demanda de profesionales locales y capacitados que impulsaran el desarrollo económico de un país que dejaba de ser colonia, que asumía su futuro en solitario y que, además, debía ser interracial”.
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Hace apenas tres años, la iniciativa celebraba su 60 aniversario y, a día de hoy, el colegio Kianda School, nacido del College mencionado, cuenta con 900 alumnas. Bajo el paraguas de Kianda Foundation, se impulsan y desarrollan proyectos e iniciativas que tienen a la mujer africana, a la educación y a la convivencia multirracial, multiétnica e interreligiosa en su ADN, sin perder su carácter cristiano y universal.
Los retos del crecimiento de Kenia
En estos últimos 35 años, Machús ha sido testigo de estos avances y crecimiento. “Kenia es, como todo África, un país de contrastes. Desde un punto de vista occidental, somos un país en desarrollo, pero compartimos los problemas y retos del primer mundo”. Puesto que abandonó su formación sanitaria inicial para dedicarse por completo a la educación, María Otero (como la conocen allí) es muy sensible a las carencias y demandas de la juventud keniana.
De hecho, su estancia en España se debe a una formación específica que está realizando para capacitarse en la gestión y acompañamiento de jóvenes en materia de salud mental. La omnipresencia de las pantallas, las adicciones a la tecnología, la crisis de las familias y los problemas de convivencia, entre otros, hacen que los adolescentes tengan los mismos problemas, actitudes y retos en Kenia que en España.
Ante estas necesidades de los jóvenes y las familias, Machús afirma que lo que persiguen es “llegar a tiempo. Queremos brindar a los jóvenes kenianos herramientas suficientes que den respuesta a sus necesidades de autoestima, de gestión emocional… Buscamos prevenir problemas que luego pueden ser muy graves. Queremos que tanto ellas como sus familias afronten la adolescencia como una oportunidad de crecimiento sana”.
Machús ha comprobado cómo Kenia se ha profesionalizado y cómo ahora cuenta con expertos muy bien formados en el ámbito de los negocios y en el sector sanitario. Pero señala también algunas diferencias sustanciales con Occidente: “En general, la vida allí es muy simple. Mi padre acertó a definirla perfectamente una vez que vino a visitarme: es todo muy poco complicado”. Esto no quiere decir que ella siga sin acostumbrarse a la falta de puntualidad y a los pequeños caos con los que sus vecinos de Nairobi gestionan el día a día… “En eso se palpa el Hakuna Matata”, dice riéndose.
Insiste en que vive en un país de contrastes y en que “Kenia es mucho más que un destino turístico y de naturaleza. Visitando el país se puede ayudar a reforzar a muchos de sus vecinos, que luchan por trabajar de manera profesional y digna y que nunca se olvidan de que ese esfuerzo debe revertir en el progreso y en la educación de sus familias. Los kenianos en general desean que les tomes por lo que son, tienen un potencial enorme y están siempre abiertos a aprender”.
Entre los deseos de futuro para el país, a Machús le gustaría acabar con algunas de estas diferencias de desarrollo que existen en el interior. Confiesa que una de las consecuencias negativas de la globalización es que, “en esa ansia por equipararse y tener lo que tienen los demás, la corrupción muchas veces se hace un hueco. El Papa Francisco nos lo advirtió en su visita”.
Es dignificando el trabajo y la propia profesión como puede combatirse. Por este motivo, María Otero, concluye que “desde Kianda Foundation trabajamos e insistimos en que todo el que recibe un apoyo debe comprometerse a devolverlo a su comunidad, a su familia, en forma de educación y tiempo, no todo es dinero”.